jueves, 27 de noviembre de 2014

La naturaleza de la nigromancia



Permitidme que os hable un poco acerca de la naturaleza de eso que vosotros llamáis vagamente "magia". Nunca me ha gustado esa palabra para denominarlo porque describe demasiado pobremente la acción recíproca de las energías del Otro Mundo sobre nuestro reino físico.

Aquellos que hemos sido bendecidos con la capacidad para controlar el flujo y reflujo de esas energías e influirlo, no vemos el mundo como lo veis los meros mortales. Nuestras mentes existen al mismo tiempo en el cotidiano mundo de las sombras y el deslumbrante mundo mágico de lo eterno. Esto es así en el caso de todos los hechiceros, incluidos los que practican la ciencia de la muerte.

Las malévolas energías empleadas en la magia negra son con mucho la forma más peligrosa de brujería, pero algunos dirán también que la más potente. Ciertamente, es la más grande adversaria de la más noble y pura forma de las Ars Magicae. Pero no me malinterpretéis: la magia negra también es, en su cúspide, pura. Es la pura antítesis de la Alta Magia, al ser la más puramente corrompida y vil. Porque sus energías son engendradas por el poder primario que sale de la rotura de la realidad que hay en la cumbre del mundo situada en los abandonados desiertos del norte.

La nigromancia en sí es, pues, la destilación de las energías que quedan en libertad cuando muere cualquier cosa viva. Combina el poder brujo de la oscuridad con esas mismas energías generadas de manera sobrenatural. Es transportada en las corrientes mágicas que recorren el mundo, en el viento que los patéticos médiums espiritualistas de la Orden Amatista llaman Shyish y al cual asignan el símbolo de la guadaña.



Por lo tanto, está inextricablemente conectada con los muertos y los lugares donde éstos se encuentran. De ahí que ciertos sitios malditos se saturen de energías de muerte: cementerios, osarios, cadalsos, horcas de encrucijadas de caminos, incluso los túmulos de las tribus antiguas que en otros tiempos dominaron los territorios de lo que ahora el advenedizo Karl-Franz considera que es su Imperio. En circunstancias extremas, regiones enteras pueden absorber enormes concentraciones de este malevolente poder paranormal.

Hablo, por supuesto, de Mousillon, en la lejana Bretonia, a la que llaman Mousillon la Maldita. Hablo de las marismas enfermizas que se hallan al norte del mar de Tilea, a la sombra de los montes Irrana; de los desiertos reinos de los muertos situados al sur de la mística Arabya. Y, claro está, hablo del contaminado condado de Sylvania, esa maldita provincia de señores chupasangre donde siempre es de noche y donde nadie duerme tranquilo en su cama cuando se reúnen los lobos. En lugares como esos, donde es más fácil invocar los poderes de la muerte para que hagan lo que uno desee, un hechicero puede obrar con más prontitud su horrenda brujería.

Pero, por supuesto, la muerte y los muertos pueden encontrarse en todas partes, dado que Morr tiene al mundo entero en su fría presa y, antes o después, todas las cosas vivas deben someterse a él. Así pues, el nigromante tiene su dominio donde le plazca.

Extraído de la novela "Nigromante" de Jonathan Green

2 comentarios:

  1. ah si, que te parecio la novela? Para mi fue...meh, es una de las que necesita una trilogia o algo asi

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    1. Sí, necesita una trilogía, pero me gustó (la compré para un viaje de autobús de muchas horas, pensando que sería literatura basura, pero le encontré un cierto encanto).

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