sábado, 26 de octubre de 2013

MTG: La vida de Krenko, jefe de turba (1)


Desde su infancia, Krenko había fortalecido su estómago a base de comer de las cunetas, pero el Señor Taz le inquietaba. Era la tercera vez que se encontraban para atender sus negocios, y la extraña apariencia de Taz era siempre la misma. Parecía humano, pero su rostro estaba mal ajustado a su cráneo y su piel no parecía pegada a su esqueleto. Cuando Krenko se puso a pensar en ello pudo imaginarse la piel de Taz resbalando y deslizándose hacia el suelo hasta formar un charco de carne bajo sus pies.

- ¿Qué tal está su cordero, Señor Krenko? - preguntó Taz. Se encontraban en un bar de ambiente cargado junto al Distrito Smelting - elección de Taz. No estaba en territorio de las brujas sangrientas, pero casi. Esto fue bueno para Krenko, ya que despreciaba a los matones de Rakdos. Resultaban demasiado impredecibles, y no del modo que a Krenko le gustaba.

Krenko tomó un bocado casi por obligación y consideró sus opciones. Taz no era un Liche ni un Necro-loquesea, o la excepcional nariz goblin de Krenko lo habría detectado. De hecho, desprendía un olor refinado de almendras y conejo fresco. Krenko analizó la manera en la que la piel de Taz se tambaleaba bajo sus ojos y se ceñía en torno a los nudillos. Se trataba obviamente de un traje de piel - de uno no muy bien ajustado al parecer.

-¿Confiaré en que la tarea le resulte atractiva? - continuó Taz. Su cuello resultaba liso - sin protuberancias en la garganta - como el de una mujer humana. Sin embargo su voz resonaba profunda y grave.

- Resulta atrevida - dijo Krenko con aprovación.

- Sí, pero ha demostrado ser un maestro en cuanto a maniobras audaces. -



- Gracias, Señor Taz - dijo Krenko. Recordó con orgullo su último trabajo, aquel con la explosiva estatua de Azorius y los saprolines en llamas. Sí, a Krenko le gustaba aquel hombre de rostro escurridizo que continuaba ofreciéndole jugosos trabajos. Cuando era un joven goblin que comenzaba su carrera, un mecenas tan bien posicionado era un regalo que jamás hubiese esperado. Además, Krenko mostraba un saludable respeto por todo aquello que se tildase a sí mismo de feo y no apostaría ni una cola de rata a que el resto del mundo lo viera.

- El Boros, humm... - dijo Krenko mientras intentaba ganar algo de tiempo. Quería el trabajo, pero eso complicaría las cosas. Debía hacer sus rondas a lo largo de la Calle Fundición. Azzik y Pondl eran leales pero apenas sabían contar hasta más de diez. Diariamente aparecían en su almacén más y más goblins. Seguían a Krenko como si se tratara de una cesta de miel, lo cual sería de utilidad si encontrara una tarea que encomendarles. Tal vez con el capital del nuevo trabajo de Taz...



- De acuerdo, - dijo finalmente Krenko. Él no tenía duda alguna sobre su capacidad para llevar a cabo el golpe, pero se maravilló una vez más ante la idea de que Taz confiase en un humilde goblin para dicha tarea. La mayoría de seres opinan que los goblin son una plaga y animales de carga en el mejor de los casos. - Yo lo haré. -

- No dudo de que lo hará - dijo con ligereza. Deslizó una bolsa aterciopelada sobre la mesa. Una luz escapaba por sus costuras. - Aquí tiene algo que le ayudará en su labor. -

Krenko echó un vistazo en su interior, y sonrió al ver la brillante navaja envuelta en el terciopelo. - ¡Ah, cómo me conoce! -

- Lo brillante llama a lo brillante, - dijo Taz entre susurros.

- ¿Y estás seguro de que es lo que quieres que te traiga? - preguntó Krenko. - ¿No preferirías que te trajera algo más valioso? -

No, Señor Krenko. El objeto que le he pedido me hará bastante feliz. - Taz sonrió con sus enormes labios y desapareció del bar atestado.



Con la navaja de Taz escondida en su bota, Krenko comenzó su vigilancia en el Sunhome, la imponente sede del Grmio Boros. Tras una hora de observar por el catalejo en la azotea, Krenko estaba tan aburrido como impaciente. Pero había aprendido algo: los Boros amaban las líneas rectas y el trabajo duro. Y Krenko apenas podía creerse que los goblins aceptaran la alianza de buena gana. Pero allí estaban, cavando trincheras, lavando los cuarteles y cargando cadáveres sobre un Golgari destinado a transportar cuerpos. Krenko se preguntó si ese era el promedio de muertes en un día normal o si había ocurrido algo más allá del alcance de su catalejo.

A la mañana siguiente, Krenko se pavoneaba por los pasillos del Sunhome como si fuera el dueño del lugar. El cavernoso recibidor era lo suficientemente grande como para dar de comer a mil soldados al mismo tiempo. Se sentaban frente a los platos de comida caliente en largas mesas que parecían extenderse cientos de metros. Era un lugar tan bochornoso como ruidoso, pero la abundancia de comida gratis respondía a una de las tan consideradas cuestiones que Krenko se hacía a si mismo. De repente, que hubiese goblins en el Gremio Boros adquiría un mayor sentido.

Krenko se sentó en un extremo del banco, se sirvió unos huevos de pato y comenzó a prestarle atención al rugido de voces de su alrededor. Los soldados que se encontraban tras él hablaban de un forcejeo en el Bajo Ojo de Buey. Krenko dedujo que se trataba de una chica y centró su oído en otro lugar. Entonces, unos cuantos asientos más hacia abajo, un hombre joven de pelo negro dijo algo que cautivó sus oídos.

-Ha llegado a un duelo - informó a la mujer que se encontraba sentada al otro lado de la mesa. Ella tenía un vendaje en la frente.

- ¿Quién cruzó la línea? ¿Fue Aurelia? - preguntó. Mantuvo bajo el tono de su voz como si quisiera que nadie la escuchase, pero el hombre hablaba más alto de lo necesario.

- No, esa entrometida del Azorius lo encontró en la letra pequeña, - dijo él.

- Me resulta difícil de creer, - dijo dubitativa. - ¿Aurelia lo permitió?

- ¿Por qué no debería hacerlo? - dijo el hombre casi gritando. - Podría aplastar Vinrenn en lo que dura un latido de corazón. -

De pronto, el banco en el que se sentaba Krenko se inclinó peligrosamente cuando varios soldados se pusieron de pié.

- ¡Cierra el pico, maldita sea! - gritó alguien justo antes de que una pelea estallase entre las mesas. Krenko recogió su plato y se dirigió al otro extremo de la sala. Mentes tan volubles e indisciplinadas parecían muy poco propias de los Boros. Krenko respiró profundamente mientras disfrutaba de la tensión palpable de la estancia. Sí, definitivamente iba a ser tan divertido como lucrativo.

(mañana la segunda parte)

3 comentarios:

  1. Ainnzz que dura ez la vida de un gobbo: todo el día y toda la noche trabajando!

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    1. Me has hecho acordarme de esto... http://www.youtube.com/watch?v=3xzekyEuTpI xDDDDDD

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