martes, 31 de julio de 2012

Asedio (relato clásico, 5)

(Ir a la cuarta parte)



Alain, Joinville y Gerard habían llegado sanos y salvos al interior del castillo, pero el señor de la guerra orco estaba tan furioso que había ordenado un nuevo ataque a gran escala contra el bastión exterior. Finalmente este había tenido que ser abandonado. Desde entonces todo había permanecido extrañamente en calma.


Cayó la noche. Los orcos estaban haciendo hogueras gigantescas de las casas de los campesinos, y el castillo estaba rodeado por un anillo de fuego. De repente, una de las doncellas salió gritando de las letrinas. Los hombres de armas llegaron justo a tiempo de ensartar al goblin que había trepado por el hueco de las letrinas.


-¡Rápido, traed rocas! -gritó el oficial de los hombres de armas.


Los hombres de armas estaban descendiendo rápidamente por la escalera de caracol con algunas de las rocas que habían acumulado en las murallas para arrojarlas sobre los atacantes. Arrojaron las rocas por los agujeros de todas las letrinas. Los escalofriantes alaridos de los goblins al ser golpeados por las rocas pudieron oírse retumbar por todo el castillo.

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