miércoles, 14 de marzo de 2012

Trampaz (relato clásico)

Gorduz el Traicionero contempló el dado gastado y maldijo su mala suerte por quinta o sexta vez aquella tarde. Los otros jugadores sonreían con poco disimulo mientras Tarka levantaba disimuladamente el cubilete, y cambiaba el resultado del dado mientras Gorduz no miraba.

-¡Hoy loz dadoz no te traen zuerte, Gorduz!-dijo Tarka mientras escupía en el dado de hueso para darse suerte y lo tiraba sobre la mesa de madera.

Gorduz entrecerró los ojos y señaló su daga.

-Ya zabez el refrán, Tarka. Afortunado con loz dadoz, dezafortunado en regrezar a tu tienda zin zufrir un penozo akzidente.





Tarka hizo una mueca de nerviosismo y tiró el dado, que rodó de forma extraña, describió una pequeña pirueta, y al detenerse quedó cara arriba con un dibujo de dos dagas cruzadas. Gorduz empezó a ponerse colorado. Tarka se abalanzó rápidamente para recoger el dado. Con un acusador repiqueteo, de su manga cayeron otros dos dados.

-¡Ups!-dijo Tarka.

-¿Ups?-gruñó Gorduz.

-¡Aaargh!-gritó Tarka mientras la daga curva de Gorduz se clavaba en su espalda. El hobgoblin herido aulló como un perro apaleado  y salió trastabillando por la puerta, perdiéndose en la noche.

Afortunadamente para Tarka, los hombros de los hobgoblins habían evolucionado hasta convertirse en una dura joroba después de muchas generaciones. Si es el resultado de una evolución fortuita o de la selección natural es difícil de determinar. Estas heridas son raramente mortales. De hecho, por su comportamiento habitual, los hobgoblins acostumbran a tener profundas cicatrices en los hombros.

Gorduz miró despectivamente los dados cargados y maldijo la sucia trampa con la que le habían robado una pequeña fortuna. Los otros hobgoblins sonrieron incómodamente y trataron de evitar la mirada acusadora de Gorduz.

-Zupongo que ninguno de vozotroz zabe nada de ezto, ¿no?-preguntó Gorduz.

Los hobgoblins negaron categóricamente con la cabeza. Intentaron parecer desconcertados y ultrajados, pero lo único que consiguieron fue parecer más burlones que de costumbre. Gorduz grabó sus caras en la memoria, para recordarles cuando tuviera la oportunidad de vengarse.

-Bien; -dijo con calma Gorduz mientras astutamente recogía el dado cargado -por hoy podemoz olvidar ezte azunto. Mañana por la noche jugaremoz otra partida. ¿Verdad, chikoz?

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