miércoles, 7 de diciembre de 2011

Patriarca Supremo (relato no-tan-clásico)

Thyrus Gormann estaba seguro de sí mismo. Había ganado el duelo ritual las últimas tres veces, y sus poderes eran más fuertes que nunca. Su dominio del ardiente elemento era inigualable. Embutido en la túnica roja de su Orden, Thyrus llevaba puestos todos los símbolos de su posición como Señor del Colegio Brillante y Patriarca Supremo. Con sus casi dos metros de altura y las manos apoyadas en la guarda de su espada mágica, Thyrus tenía una apariencia impresionante. Estaba preparado en la posición ritual del Patriarca dominante en el Gran Salón de los Duelos. La enorme estancia tenía forma de prisma octogonal. Los fuertes muros, el techo el suelo estaban hechos de lisa y brillante obsidiana. Aquella piedra negra era la antítesis de la magia, completamente refractaria e inerte. Thyrus sentía como sus poderes palidecían en presencia de tanta cantidad a su alrededor. Bajo los símbolos de sus respectivos vientos de la magia, los Patriarcas de las otras órdenes permanecían a la espera, protegidos por poderosas barreras mágicas, en miradores excavados en cada uno de los ocho muros.

Reemplazando a Thyrus en la posición del Colegio Brillante estaba Hans Feuerbach, el aprendiz más aventajado de Gormann. La cámara de obsidiana y la presencia de los ocho hechiceros más poderosos del Imperio eran necesarios para contener los poderes que los dos aspirantes pronto iban a desatar. Después de todo, el vencedor del duelo ostentaría el título de Patriarca Supremo durante los próximos ocho años. El objetivo de la prueba consistía en alcanzar el centro del salón, donde había un gran altar tallado a semejanza de la Gran Rueda de la Magia. Levitando sobre su eje se encontraba el báculo de Volans, el bastón de los Patriarcas. El primer contendiente que lograse poner sus mano sobre el báculo vería amplificados sus poderes inmediatamente por el antiguo artefacto. En ese momento el otro mago normalmente debería rendirse si es que sabe lo que le conviene. Todo estaba permitido con tal de evitar que el oponente se acercase al altar, y en el pasado habían ocurrido accidentes fatales para los aspirantes.

El lugar del desafiante aún estaba vacío. El oponente de Thyrus llegaba tarde. "Quizás el advenedizo de ha asustado" pensó el Patriarca. Los tres oponentes que había derrotado eran todos maestros de sus propias órdenes, mientras que el tal Balthazar Gelt era simplemente un joven alquimista. "Uno prometedor", pensó. Thyrus había sido testigo de sus excelentes progresos a través de las pruebas de selección para el título de Desafiante, pero los hechiceros Dorados nunca le habían parecido a Thyrus grandes combatientes. La principal táctica cuando se luchaba contra ellos consistía en mantenerse a una distancia razonable, permaneciendo fuera del alcance de sus manos. Fracasar en ello podía tener como consecuencia ser convertido en una estatua de oro, pero Thyrus tenía otros planes para el futuro.

Finalmente, el desafiante entró en el salón a través de la entrada Dorada. El portal fue inmediatamente sellado tras él. Thyrus examinó a su joven oponente, y se dio cuenta de que no había ni rastro de nerviosismo en él. No podía ver el rostro de Balthazar a causa de la máscara que siempre llevaba puesta, pero, por la postura de su cuerpo, podía adivinarse que el hechicero Dorado no estaba allí para perder. Balthazar Gelt tomó la posición establecida, exactamente a ocho pasos frente al muro dorado, y aguardó preparado. Tras el ritual preparatorio, el silencio embargó al salón y la tensión comenzó a crecer. El desafiante tenía que dar el primer paso hacia el eje, dando así comienzo al duelo.

Balthazar se adelantó. Un gesto, algunas palabras de poder y una luz dorada le rodeó. El joven mago se derritió repentinamente, convirtiéndose en una masa de oro líquido que zigzagueaba hacia el altar. Thyrus se rió y formuló un contrahechizo mientras invocaba las Bandas Carmesíes para inmovilizar a su oponente. Cuando vio al mago dorado atrapado, Thyrus formuló un segundo hechizo. Inmediatamente quedó envuelto por unas alas de fuego y se elevó por los aires hacia el báculo. Una oleada de energía Dorada vaporizó las bandas. A continuación, Thyrus se estrelló contra el suelo con un grito. ¡La túnica del mago Brillante, su amplio manto y todo lo que llevaba se había convertido de repente en plomo! Balthazar comenzó a caminar hacia el altar.

En una décima de segundo, el cuerpo de Thyrus quedó cubierto por intensas llamas que derritieron rápidamente el plomo, y el Patriarca se puso en pie nuevamente. Una Cimitarra Escarlata, la sólida manifestación de la ira de Thyrus, se materializó en el aire y avanzó velozmente hacia Balthazar. La Cimitarra se encontró a mitad de su vuelo con un Guantelete Bruñido, conjurado de manera similar, y los dos hechizos se cancelaron mutuamente y desaparecieron con un destello.

Balthazar fue el siguiente en contraatacar, y una Jaula Dorada aprisionó al mago rojo. Thyrus se sintió ultrajado por la renuncia de su oponente a utilizar hechizos ofensivos, así que de su mano extendida salió disparado un intenso rayo de calor. La ardiente energía abrió un gran agujero en la Jaula y avanzó contra el mago Dorado. Balthazar alzó su mano izquierda enguantada y el rayo fue detenido por un reluciente escudo dorado. Thyrus mantuvo la presión y el rayo se convirtió en un delgado haz de energía roja. El escudo de Balthazar iba palideciendo por momentos ante el ataque, y obviamente no podría resistir mucho tiempo. La mano derecha del mago Dorado se alzó y brilló durante un instante sin efecto aparente.

El Patriarca se sentía triunfante. Pronto el aspirante tendría que rendirse, o se convertiría en una pila de huesos calcinados. Fue entonces cuando Thyrus se dio cuenta de que algo extraño le ocurría a sus piernas. Tenía una sensación de frío glaciar que iba extendiéndose hacia arriba desde sus extremidades inferiores. Thyrus tuvo que interrumpir su ataque. Miró hacia abajo, presa del terror. ¡Se dio cuenta de que su cuerpo se estaba convirtiendo en oro! ¿Cómo era posible? No le había tocado, a no ser... ¡su propio rayo de calor! EL rayo había establecido un contacto entre los dos magos. ¡El maldito Balthazar debía de haber canalizado la energía Dorada a través del propio hechizo de Thyrus! Durante un segundo el Patriarca estuvo a punto de caer presa del pánico. ¡Qué dominio! ¡Qué control!

Fue entonces cuando su espíritu guerrero tomó el control una vez más y canalizó toda su ardiente energía en un intento desesperado de detener la transmutación. Se concentró en la fría sensación del metal y luchó contra ella con todo el ardor de sus venas. Tras una difícil lucha, el Patriarca logró detener la energía Dorada a la altura de su cintura, mientras alzaba de nuevo su cabeza justo a tiempo para ver a Balthazar a pocos metros del altar. Con sus piernas todavía paralizadas, el Patriarca levantó los brazos y conjuró uno de los más poderosos hechizos de su Orden. Un enorme muro de fuego surgió entre Balthazar y el altar. La creación se extendía desde un lado de la cámara hasta el otro. Los dos magos estaban empatados. O al menos eso parecía: Thyrus no podía moverse ni podía perder su concentración si quería mantener el muro. Balthazar tenía al alcance de su mano el báculo, pero no podía cogerlo. El Patriarca intentaba concentrarse, tenía muy poco tiempo para hallar una solución. Luego, una vez más, presenció lo imposible. ¿Fue un brazo de oro sólido lo que atravesó el muro y asió el báculo? La brillante luz de su hechizo le impedía ver con claridad.

Entonces acabó todo.

La estancia estaba inundada de destellos de luz dorada que cegaron a los Maestros en sus miradores protegidos. Cuando pudieron ver de nuevo, Balthazar estaba en el centro del salón sosteniendo firmemente el báculo de Volans en sus manos. Frente a él había una estatua dorada, tan sólo los ojos y la boca del Patriarca eran aún de carne. La voz pausada de Balthazar hizo eco en sus mentes: Thyrus Gormann, has olvidado que la esencia del metal se compone de piedra y fuego a partes iguales, y eso ha sido la causa de tu derrota. Podría acabar con tu vida ahora, pero el Imperio necesita de tus poderes contra sus múltiples enemigos, tu orden requiere tu liderazgo y yo preferiría conservarte como a un amigo. ¿Reconoces mi autoridad?

"De acuerdo, has ganado el duelo de manera justa. Eres ahora nuestro Patriarca Supremo, y podrás contar con mi respeto y lealtad hasta que nos volvamos a encontrar aquí, dentro de ocho años."

"Estaré preparado, Gormann-respondió Balthazar-, estaré preparado."

1 comentario:

  1. Un relato muy entretenido, que representa a la perfección como son los 8 colegios de magia del Imperio y como es Balthazar.

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