sábado, 17 de diciembre de 2011

Diario de campaña: Skavens (Semana 1)

Diario del general Skritt Susurroagudo, el más poderoso de los Videntes Grises, señor de Foso Umbrío y gobernante en jefe del portentoso Clan Resttik


NACHEREN: SEMANA 1
¡Sí-sí! Por fin mis insistencias se han visto recompensadas. Ya era hora de que esos ineptos del Consejo de los Trece hiciesen caso de mis advertencias y me enviase en misión expeditiva a estas islas infestadas de cangrejos. Según mis informadores y otras cosas-cosas hábilmente sugestionadas, las islas están repletas de misteriosos poderes y suculentos tesoros. Tesoros que podrían acabar en manos de esas odiosas cosas-hombre, o peor. En cuanto vea terminada la construcción de Foso Umbrío, haré que esos despojos con los que me he visto obligado a lidiar se ocupen de los peligros del terreno inhóspito. Y yo hallaré esos tesoros. ¡Haré que el regreso del Clan Resttik a Plagaskaven sea el más glorioso que esas inmundas alimañas hayan visto nunca! ¡Y ocuparé por fin mi tan merecido asiento entre esos patanes del consejo!

Pero todo a su debido tiempo. Si mis sospechas son ciertas, y siempre lo son, en algún lugar de esta isla yace un poder que haría que todas las razas de este mundo se doblegaran ante su portador. Cuando encuentre tal poder, haré que esos insectos que han frenado durante tanto tiempo el ascenso del Clan Resttik y de un servidor hacia la supremacía de los skaven muestren sus gaznates de forma servicial. No les importa que los designios de la Gran Cornuda tarden en realizarse mientras puedan llevar a cabo sus inmundos intereses personales.

Pero he de tener cuidado. Estaba claro que todos los miembros del consejo que pudieran tratarían de meter sus zarpas en el asunto y no me permitirían realizar esta expedición exclusivamente por mi cuenta. Gracias a mi magnífica idea de ser yo el primero en querer negociar, organicé una de las mayores disputas que se recuerdan dentro del consejo. Fue divertido ver cómo los líderes de los clanes regentes lanzaban acusaciones los unos a los otros y discutían por entregarme sus mejores tropas. Así me aseguré de que solo los clanes más poderosos me cedieran generosamente parte de sus mejores efectivos.

¡Pero faltaron a su palabra! No solo la calidad de las tropas cedidas deja mucho que desear si las comparamos con los firmes guerreros del Clan Resttik, ¡sino que me han impuesto vigilantes! ¡A mí, el mayor devoto de la Gran Cornuda! ¿Acaso he hecho algo que me haga merecedor de sus sospechas? Pero todos ellos quieren rapiñar su parte o más si se les deja. Temen el inminente alzamiento del Clan Resttik, y hacen bien en temerlo. En cuanto tenga sospecha alguna de que alguno de los otros clanes actúa por su cuenta o entorpece mis planes para el engrandecimiento de la Gran Cornuda, lo temerán mucho más.

Da lo mismo que el Señor Verminkin hiciese que ese andrajoso de Skatrich Garrarrabiosa viniera en la expedición para así creerse merecedor de una parte del botín. No debe ser mejor guerrero que cualquiera de mis esclavos y se cree un ser superior cuando se sube a lomos de su rata-ogro Rajatorax. Además, esa manada de ratas-ogro que le acompaña es la más birriosa que haya visto nunca. Por si fuera poco, la absurda manada es conducida por ese estulto de Krak Azotacosas. El otro día vi a ese idiota andando completamente embobado, detenerse frente a una roca y comenzar a azotarla hasta romper su látigo, para luego seguir su camino. Sin duda, Verminkin habrá enviado a ese señor de la guerra con la esperanza de deshacerse de un posible rival.

Pero esos estúpidos sacos de músculos no me preocupan tanto como los estudiantes aventajados del señor Morskittar: los hermanos de camada Frinkch y Frankch Roetuercas. Frinkch, el mayor, es una ridícula parodia de brujo que se ha usado más su arma de ingeniero que su cerebro, y aunque sus dotes de líder son más notables que las de la mayoría, parece tener un descontrolado interés por todo lo que brilla. Sin duda acabará aplastado por cualquiera que sea mejor luchador de lo que él se cree, o reducido a cenizas junto con esos artefactos de guerra que ha traído consigo. Frankch por el contrario se pasa más tiempo intentando emular mis artes mágicas, de modo que le he reservado un puesto donde no pueda quitarle el ojo de encima y, con un poco de suerte, ocupar mi lugar si las cosas se tuercen. No hay que olvidar que la sangre es más espesa que el agua...

Pero ¿y esa rata traidora de Nurglitch? ¡Necio-necio! Obligarme a mancillar los sagrados propósitos de la Gran Cornuda con ese maldito-maldito de Bablich Colmillosarna y sus infectos seguidores. Por muy bueno que sea dominando monstruos, jamás logrará convencerme de su lealtad. Sé a quién adoran realmente esos despreciables dementes llenos de piojos y enfermedades; sus artes mágicas lo delatan. Será mejor que discurra alguna astuta estratagema para librarme de todos ellos, en cuanto hayan cumplido su cometido.

Por fortuna, Lord Sneek había perdido por muy poco la oportunidad de que el Clan Eshin formara parte de la expedición. Aprovechándome de su situación y de mi ingenio logré contratar los servicios de un experto asesino: Stabb Zich-Zach. Será mi brazo ejecutor en las sombras, pero por desgracia parte del acuerdo consiste en que llegado el momento oportuno liderará un regimiento de aspirantes a asesinos, bajo la excusa de completar su formación. Sin duda pretende robarme la gloria de mi triunfo. Eso será, siempre y cuando me vea en la necesidad de pedir refuerzos, y no tengo intención alguna de que llegue a suceder.

No puedo permitir que esas sanguijuelas estropeen mis planes, o peor aún, que realicen los suyos. Por eso me veré obligado a enviar a Kich Kitritch, el más hábil y sanguinario de mis caudillos, al mando de buena parte de mis soldados a explorar la isla junto con alguna de esas despreciables cucarachas malnacidas. Evitará una posible sublevación, y por otro lado le evitaré la tentación de entrar a husmear en mis aposentos.

Por otro lado no me conviene desperdigar por completo el clan por estas tierras inexploradas. Ese tarado de Stik Muerdecola es perfecto para ir al frente de mis soldados y llevar los colores del clan. Además, me divierte. Si se supiera que la razón por la que carga valerosamente sobre sus enemigos es huir de la sombra que le persigue siempre, su regimiento le respetaría aún menos. Además, esto hace que sea incapaz de llevar a cabo cualquier tipo de sublevación, o siquiera de que se le ocurra tal cosa.

Será mejor que vaya a acelerar un poco las obras de construcción. Esos haraganes no trabajan en condiciones si no se les proporciona una motivación adecuada...

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