miércoles, 5 de octubre de 2011

La batalla de la puerta este de Karak Ocho Picos (parte 2)

Segunda (y última) parte del relato acerca de la batalla por la puerta este de Karak Ocho Picos.
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Skarsnik se alzó sobre un montón de cadáveres enanos y comenzó a agitar furiosamente su Pinchagarrapatoz en dirección a los goblins que había desplegado en la ladera cercana a la puerta. Su elaborado plan de mantener algunas tropas en reserva hora daría sus frutos. Lentamente al principio, pero cogiendo velocidad a medida que los jefes empezaron a golpearles para que se colocaran en filas ordenadas, los goblins avanzaron hacia el paso y tomaron una posición defensiva ante la puerta.

Skarsnik rió entre dientes mientras imaginaba el efecto que causaría entre los enanos esta inesperada muestra de astucia goblin. Si continuaban se verían atrapados en una batalla desesperada cuyo resultado era fácil de predecir. Si permanecían donde estaban, morirían cuando los arkeroz goblins disparasen salva tras salva de proyectiles contra sus filas, y el Lanzapiedroz convirtiese sus huesos en polvo.

Aproximadamente la mitad del ejército enano había caído o agonizaba, mientras que la horda de Skarsnik se encontraba prácticamente intacta. No tenían salida. Con el típico estoicismo que les caracteriza, los enanos comprendieron que su suerte estaba echada y encomendaron sus almas a Grungni. Abriéndose paso hasta la cima de un verdoso túmulo, los enanos se dispusieron a vender caras sus vidas.

Skarsnik detuvo a sus tropas a los pies del túmulo, una antigua tumba que los goblins habían saqueado meses atrás, y se dirigió a los enanos.

-¡Eh, taponez! ¿Kual de vozotroz ez el jefe? Tenéiz una oportunidaz de zobrevivir. ¡Rendíoz ahora o moriréiz todoz!

Un enano, cuya espesa barba gris cubría gran parte de su pesada armadura, se adelantó de entre las filas de guerrero ensangrentados y alzó un brillante hacha rúnica. Con una profunda y resonante voz se dirigió hacia Skarsnik.

-Yo, Duregar, pariente del rey Belegar de Karak Ocho Picos, mando a estos guerreros. ¡Y te digo aquí y ahora que preferimos morir sobre la tierra de nuestros ancestros antes que rendirnos ante ti, maldito pielverde!-los restos del ejército enano gritaron y golpearon sus escudos con sus hachas en señal de desafío.

Skarsnik se encogió de hombros.

De akuerdo entonzez! ¡Ez juzto lo ke penzaba!-alzó su pincho hacia Duregar y gritó-¡Ke nadie toke a eze tapón! ¡Dejázmelo a mí!

Skarsnik iba a ordenar el ataque cuando una explosión ensordecedora tras él lo dejó medio aturdido.
La puerta este se había desvanecido en una vaharada de llamas y cenizas, y el eco de la explosión corría por el paso como un trueno. Skarsnik se levantó y, escupiendo un poco de polvo, se volvió hacia el origen de la explosión. Tanto enanos como goblins esperaron hasta que el polvo se asentó y el humo se dispersó, y entonces pudieron distinguir una hueste de enanos conducida por un poderoso guerrero que lucía sobre su cabeza la corona real de Karak Ocho Picos. Marchando hacia el este, siguiendo la carretera, el rey Belegar llegaba en ayuda de los de su raza, conduciendo a sus guerreros de clan por entre las ruinas y a través de los restos de la maltratada retaguardia de los goblins.

Skarsnik lanzó un aullido de deleite mientras golpeaba a sus goblins para que se enfrentasen a este nuevo enemigo.

-¡Máz taponez para matar! ¡A por elloz, chikoz!

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