lunes, 26 de septiembre de 2011

Clanes vampíricos: Dragón Sangriento


"Nosotros somos las espadas de la noche. Somos los guerreros de la oscuridad. Temednos, pues somos vuestra muerte."


Antaño, los caballeros de la orden del Dragón Sangriento pertenecían a una de las más nobles órdenes de caballería del Imperio, respetados por todos como sus defensores. Su gran fortaleza-monasterio, la Torre Sangrienta, defendía los pasos que conducían a Bretonia, y era famosa por la inexpugnabilidad de sus murallas y el valor de sus defensores.

Pero como nos cuenta el libro de las Lamentaciones, una noche un hombre de elevada estatura y porte noble apareció a las puertas de la fortaleza y pidió poder unirse a la orden. Se presentó como Walach de la familia Harkon. Con su admisión se selló el destino de la orden.

En una terrible noche, Walach infectó a los caballeros con la maldición de la no vida y se convirtió en el nuevo Gran Maestre de los caballeros sangrientos. A los más fuertes, nobles y hermosos los convirtió en vampiros, mientras el resto era asesinado para servirle como hombres de armas tumularios. Poco después, los caballeros iniciaron su reinado de terror. En vez de proteger a los hombres que les habían sido confiados, los caballeros vampiro los cazaron como si fueran una manada de lobos voraces. Las doncellas vampiro, las esposas de los caballeros, se bañaban en sangre para mantener su eterna juventud. La Orden se convirtió en la más terrible y poderosa fuerza que el Viejo Mundo haya visto jamás.

Durante muchos años, los Caballeros Sangrientos mantuvieron su auténtica naturaleza oculta al resto de la sociedad humana; pero finalmente la iglesia de Sigmar, extrañada por los informes de gente desaparecida durante la noche, descubrió la terrible verdad.

La totalidad de los efectivos de cuatro órdenes templarias del Imperio se reunieron para destruir a los caballeros vampiro, orgullosos de poder demostrar así su poder y virtud. La Torre Sangrienta fue asediada. Durante tres largos años la orden vampírica resistió, hasta que al final los atacantes consiguieron abrir brecha e incendiaron la torre. Enfrentados a una fuerza muy superior, los caballeros vampiro se vieron obligados a abandonar su hogar ancestral. Fueron perseguidos por los templarios y los cazadores de brujas, hasta que se creyó que habían sido totalmente exterminados. La Torre Sangrienta quedó en ruinas, pero su maligno legado no fue olvidado.

La verdad fue muy diferente. Cuando su fortaleza-monasterio fue saqueada, los caballeros del Dragón Sangriento se dispersaron. Huyeron de sus perseguidores dirigiéndose a Estalia, Bretonia, Tilea y aún más allá para establecer sus propios dominios. Actualmente se les puede encontrar en castillos abandonados, armando su propio ejército de muertos, u ocultos entre los humanos en las ciudades más corruptas del Viejo Mundo. Viven como mercenarios, asesinos o soldados, y tan solo el brillo de sus ojos delata el hambre que bulle en sus venas.

La sangre de Abhorash les convierte en espadachines insuperables, pues su señor fue el más poderoso de los guerreros de la antigua Nehekhara, el general de los ejércitos de Lahmia y paladín de la reina Neferata. Cuando cayó la Ciudad de los Vampiros, Abhorash no viajó a Nagashizarr como los otros vampiros, sino que se dirigió hacia el norte junto con cuatro de sus vástagos, entre los que se encontraba Walach Harkon. La leyenda cuenta que, en una montaña, Abhorash venció en combate a un antiguo dragón y bebió su sangre, con lo que quedó eternamente saciado y pudo romper la maldición del hambre vampírica que anidaba en él. Tras ello, mandó a sus seguidores que viajasen por el mundo y mejorasen sus habilidades marciales, para algún día poder trascender también la maldición. Tras ello, desapareció. Desde entonces sus hijos se llamaron Dragones Vampiro, en memoria del gran dragón que su señor había matado.

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