martes, 13 de septiembre de 2011

Castillo Drakenhof (una historia de Gotrek y Félix, parte 1)



-Decididamente no me gusta el aspecto de este lugar-gimió Félix Jaegar, observando cautelosamente los alrededores. Echó un vistazo a la lejana puerta, sólo para asegurarse que el rastrillo seguía abierto. Todo el lugar le recordaba una de las obras de teatro de terror de Detlef Sierck. No, se corrigió a sí mismo el joven universitario, este castillo probablemente fue el modelo para todas sus obras. Desde cada esquina del antiguo edificio una maligna gárgola les miraba de reojo. Por encima de sus cabezas podían vislumbrarse las altas y frías torres. Mientras el sol de color rojo sangre de Sylvania se ponía por detrás de los grandes muros, un aura de miedo empezó a apoderarse del lugar. Los olores de la putrefacción y la muerte llenaban el aire. La sangre y el mal parecían rezumar de todas las paredes de piedra medio desmoronadas y cubiertas de líquenes. Félix vio a una rata enorme atravesar el patio y desaparecer entre las ruinas de los viejos establos.

- Aquí tienen unos ponys muy pequeños- dijo su compañero pasando su gran puño por la gigantesca cresta de pelo teñido de rojo. Félix se giró y miró al enano. Se alegraba de que Gotrek estuviera con él. Aunque era más pequeño que Félix, era al menos el doble de robusto, y todo su peso era puro músculo. Ver el monstruoso hacha de Gotrek sostenido indolentemente en una de sus manos era aún más tranquilizador.

-Era una rata, Gotrek. Una rata. Odio las ratas- dijo Félix, echando su raída capa sobre el hombro para dejar libre el brazo del arma. Era cierto. Odiaba las ratas. Había odiado a esos seres pestilentes desde que tuvo un desagradable encuentro con los Skaven en las cloacas de Nuln.

-Era un chiste, humano- murmuró el matatrolls, vigilando los restos de la siniestra torre con su ojo bueno. Félix miró a su alrededor nerviosamente. El Enano quizás podría hacer chistes allí, pero él no podía. Estaba asustado. Toda su vida habla oído historias sobre los Von Carstein, los infames Condes Vampiro de Sylvania, y ahora estaban en medio de las ruinas de su hogar ancestral. ¿Por qué demonios habían tenido que venir? se preguntó a sí mismo. ¿Por qué ese maldito tabernero había tenido que mencionar a Gotrek los rumores sobre el nigromante que vivía allí? ¿Por qué el matatrolls había considerado necesario que los dos fueran a investigar? Estaba tentado de decir al enano que había llevado demasiado lejos su deseo de morir. Sabia que el matador había hecho un estricto juramento de buscar la muerte en combate, pero era muy probable que contra el nigromante no encontrara sólo la muerte sino una eterna y fantasmagórica servidumbre como cadáver animado. Sólo este pensamiento bastaba para que Félix quisiera salir huyendo de la torre y gritar.

-¿Qué ha sido ese ruido, humano?

-Probablemente mis dientes castañeando.

-¡Lo digo en serio!- Félix miró cautelosamente al enano. Sabía que las orejas del enano eran más agudas que las suyas. Si Gotrek decía que había oído algo es que allí había algo.

-Probablemente las ratas," sugirió Félix no muy convencido.

-Ratas grandes y sanguinarias- murmuró el enano. Félix hubiera deseado que no mencionara lavpalabra sangre tan fuerte. Esta le recordaba la sed de sangre humana que según decían tenían los Condes Vampiro.

-Mira- dijo Gotrek-¡Un rastro!

Félix siguió el rechoncho dedo del enano hacia donde señalaba. Pudo ver que realmente había un rastro en el barro del patio. Parecía como si hubieran arrastrado por el suelo algo pesado. Siguieron el rastro hacia su lugar de origen y vieron un gran carro negro como los utilizados por los enterradores en Altdorf, la ciudad natal de Félix. No había ni rastro de los caballos por ninguna parte.

-Debe ser el carro del que hablan los habitantes de pueblo- gruñó Gotrek.

-Seguramente no- dijo Félix con una nerviosa ironía.

-Creo que es mejor que miremos el interior de la torre.

-Oh, de acuerdo- dijo Félix, sin ningún entusiasmo en absoluto.

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Dentro de la torre todo estaba en silencio. De pie en el gran salón, contemplaron la estancia. Las frías paredes estaban cubiertas con tapices polvorientos. Desde encima de una enorme chimenea les observaba un enorme retrato de un hombre alto y elegantemente vestido, con ropas que hacía siglos habían pasado de moda. Félix subió a la chimenea y quitó el polvo de la placa metálica de la parte inferior del cuadro. Esta decía: Manfred von Carstein, Conde de toda Silvana.

Félix contempló la pintura. El conde era un hombre atractivo, pero sus rasgos tenían algo de salvaje y depredador. Su piel era pálida y el pintor había teñido sus ojos con un poco de rojo. En sus dedos había un gran anillo con un rubí engarzado entre alas negras.

-Manfred von Carstein- dijo Félix.

-Mi padre luchó contra él en Hel Fenn- dijo Gotrek.

-¿Tu padre?- Farfulló Félix.-Pero si Hel Fenn sucedió hace casi trescientos años...

-¿Y?

Félix se encogió de hombros. Los enanos vivían muchos años y su concepto del tiempo no era el mismo que para los hombres.

- Pues si- dijo Gotrek- A menudo he querido contaros ese temible día en que el sol se ocultó para no ver la matanza y los ejércitos de los enanos y los hombres lucharon contra los Señores de la No Muerte.

El Enano parecía perdido en sus recuerdos. Sus rasgos brutales y bastos se suavizaron tomando una expresión casi gentil. Sostenía indolentemente su enorme hacha en una mano. Cuando hablaba parecía recordar las palabras de otra persona, repitiéndolas palabra por palabra de memoria.

-Era un día tormentoso. El cielo estaba cubierto por negras nubes de tormenta. La luz del sol era tenue y empañada. Bajo la pálida luz, una gran hueste de esqueletos de huesos amarillentos movían las mandíbulas y hacían muecas con sus dientes. Blandían sus armas melladas y herrumbrosas. Los zombis avanzaban en filas desordenadas con sus ojos podridos brillando como bolas de fuego. Su carne estaba llena de erupciones putrefactas. Se les habían desprendido grandes trozos de piel que ondeaban al viento mostrando corazones que no latían, y venas por las que no circulaba la sangre. Por encima de sus cabezas, unos pájaros fantasmagóricos volaban como cuervos demoníacos, descendiendo sobre el infernal campo de batalla. En el centro de la hueste estaba el último de los aristócratas Vampiros. Su piel era blanca y fina como la porcelana. Sus ojos eran rojos y miraban con un apetito anormal. Ese día la batalla fue larga y dura. Los humanos tenían miedo al ver andar a los muertos, y los corceles de su caballería estaban asustados por el olor fantasmal del enemigo. Cuando los dos ejércitos chocaron, sólo los enanos mantuvieron su posición, aunque parecía que serian arrollados por el mar de enemigos No Muertos. Entonces, el Conde Elector de Stirland reagrupó a sus fuerzas y volvió a enfrentarse al Conde Vampiro. Se enfrentaron en el centro del campo de batalla y por unos instantes parecía que Manfred vencería, pero el Colmillo Rúnico del Conde Elector hirió profundamente al Vampiro, que dio media vuelta y huyó, perdiéndose en el borde de Hel Fenn. El cuerpo nunca pudo encontrarse.

Gotrek salió de su ensoñación.

-A menudo he querido tener la oportunidad de enfrentarme al Príncipe de los No Muertos, como hizo mí padre- dijo Gotrek. Personalmente, Félix esperaba que no tuviera esa oportunidad.

(IR A LA SEGUNDA PARTE)

7 comentarios:

  1. Otra de esas perlas que Bill King deja esparcidas por ahí.

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  2. Creo que no había leído esto, o al menos de forma completa.... a ver la segunda parte xD

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  3. Salía en el libro de ejército de No muertos de 4ª edición (de Rick Priestley y Bill King)

    La curiosa va a ser la 3ª parte... xD

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  4. Oh, dios mio, esto me recuerda a ciertas entregas de quiosco XD (Mmm... voy a ver si consigo encontrar el comic de malekith para pasartelo, la verdad, no tenia desperdicio alguno!)

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  5. Recuerdo las andanzas de Malus y Spite... y del taimado Tz'arkan xD

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  6. Jo, todavia me acuerdo del trato que hizo con el hechicero... "Yo no te tocare" Y al final respeta la promesa, el que se lo comio fue Spite XD

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