miércoles, 16 de marzo de 2011

Trasfondo de Celtos (5: La cuarta Fundación)

Prosigo con la traducción del trasfondo del libro básico de Celtos. Quinta (y ante-última) parte.

LA CUARTA FUNDACIÓN

Durante tres largas eras, Anu había llorado por la traición de sus hijos. Primero había sido una aventura, cuando Cernunnos había intentado unir los tres mundos con su ritual. Después había intentado, infructuosamente, adoptar a los Aes Sidhe. Pero ya que eran una parte viviente de la tierra que ella había creado con Arawn, los Sidhe eran una parte antigua y profunda de sus personalidades gemelas, y nadie podía controlarlos realmente. Tras su fracaso, Anu estaba verdaderamente decepcionada, y volvió su espalda hacia Goria, abandonando la tierra a la que había dado vida a cualquiera que fuese el extraño destino que aguardaba. Regresó a su sencilla vida en la Tierra Eterna, donde todo era hecho para ella y no tenía nada de lo que preocuparse. Goria cambió en modos que ella nunca había previsto. Pero a medida que pasaba el tiempo, el dolor de Anu disminuía, y era reemplazado por el deseo de engendrar vida de nuevo. Anu era la Madre de Todo, y deseaba regresar a su tierra para nutrirla y extender su abundancia en ella una vez más.
Una noche Anu estaba cosiendo un diseño por pura diversión, de un árbol del que pendían tres manzanas doradas. la aguja se deslizaba mientras cosía, y acabó clavándose en su pierna, rompiéndose la punta. Anu no se dio cuenta de que la punta se había roto, y se puso miel en la herida para sanarla. Cuando despertó al día siguiente, había un gran bulto en su muslo, como un huevo de gaviota. "Qué extraño", pensó Anu, "La miel debería haber detenido cualquier veneno que intentase entrar". Reventó el bulto, y de él salió un pequeño hombre. Anu le dio un vaso de leche, y al beberlo, el hombre creció hasta alanzar su tamaño completo. Era un espécimen grandioso, así que Anu lo pintó con pastel azul. Entonces puso su pelo de punta con grasa de oca, y le tiñó las puntas del cabello de rojo usando su propia sangre. Entonces lo vistió con unas brillantes mallas de oro. Sus ojos tenían nueve pupilas cada uno, que titilaban con una luz interior afilada como la punta de la aguja que lo había creado. Estaba lleno de una gran energía que durante mucho tiempo pareció ausente de la tierra de Goria.

Pensando que había recibido una segunda oportunidad, Anu llamó al hombre Lamfahda, y lo hizo su nuevo consorte. Lamfahda no sería un nuevo Dios Cornudo, sino el Dios Sol, y traería la luz de vuelta a su tierra. Con él, Anu daría a luz a una nueva raza de hijos, no seguidores ni adoradores, sino hombres libres. Se llenarían con el espíritu de Lamfahda y serían grandes guerreros y poetas. Amarían sus cortas vidas y arderían con brillo mientras durasen, y ganarían Goria de nuevo para Anu.

De ese modo, Anu y Lamfahda crearon una nueva raza y los llamaron Gael. Del mismo modo que habían hecho Arawn, Lamfahda, el Dios Sol, descendió a Goria con sus hijos, para vigilarlos y enseñarlos los secretos de la tierra. El primer desafío al que los Gael se enfrentaron fue la amenaza de los Fomorianos. Enérgicamente se lanzaron a la lucha contra los monstruos de las profundidades, y muchos hechos sangrientos se registraron en esa campaña. Lamfahda tenía el poder de Anu fluyendo por sus venas, y podía usarlo para adoptar terribles y retorcidas formas con las que se convertía en un señor de la guerra. Era capaz de segar las cabezas de una legión de Fomorianos con un golpe de su poderosa espada. Acabó personalmente con Nudd, el Rey de los Fomorianos y amante de Nudd, arrojando su lanza contra el cráneo del Rey Demonio. Incapaces de resistir la furia de batalla de los Gael, los Fomorianos se retiraron de sus asentamientos en Goria y regresaron a las profundidades. Los Gael nunca pudieron expulsar completamente a los Fomorianos, e incluso mandaron héroes a los laberintos de Lochlann, pero no regresaron jamás. Los Fomorianos regresaron de nuevo, y los Gael se vieron forzados a construir sus asentamientos en las regiones costeras, del mismo modo que los Sidhe. Estos asentamientos eran grandes fortalezas de piedra construidas en lo alto de amplias mesetas, o sobre grupos de colinas. El mayor de esos asentamientos era Taras, donde el Dios Sol construyó su palacio.
En cuanto a los Sidhe, los Gael trataron primero de desalojarlos y desterrarlos de nuevo a las profundidades de la tierra. Se lucharon batallas, en las que cada bando probó al otro, y finalmente una frágil alianza fue acordada. Sin embargo, los Sidhe descubrieron que podían tomar compañeras Gael, y estas daban a luz a niños medio Sidhe. Esos medio Sidhe eran infértiles, como la descendencia del caballo y el asno, de modo que la tregua era rota ocasionalmente por los Sidhe para capturar gael para aparearse.

Estaba, además, la cuestión de los Fir Bolg. Los muertos regresaban periódicamente de Anwyn para matar a algunos y llevarse a otros a Anwyn, sobre todo en la noche de Samhain. Y Cernunnos, actuando como heraldo de Crom Cruich, logró corromper a una de las tribus Gael que vivían alrededor del Monte de los Viejos reyes. Siempre habían sido gente aislada y temida, pero bajo el dominio de Crom se convirtieron en los Devoradores de carne, y pasaron a engrosar las filas de los muertos vivientes. Los druidas Gael, hombres y mujeres sabios que actuaban como sacerdotes y jueces para su gente, trataron de sellar para siempre muchas de las puertas a Anwyn que infestaban la tierra. Pero sus poderes no eran suficientes como para purgar Mag Slecht y otros pocos lugares donde el reino infernal se encontraba cercano. De modo que los Fir Bolg regresarían de nuevo.
Anu había logrado, aunque fuese parcialmente, lo que se había propuesto. Pero el camino por delante para sus hijos era largo y peligroso.

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